Morena traiciona a sus simpatizantes para convertirse en el PRI de los setentas

22.02.2025 13:01

Morena ha dejado claro que la opinión de su militancia ya no es relevante. La reciente incorporación de figuras del PRI y el PAN, como los hermanos Yunes y Alejandro Murat, confirma que el partido gobernante ha perdido su identidad y se ha convertido en una maquinaria política cuyo único objetivo es consolidar su poder, sin importar la coherencia ideológica o el sentir de sus bases. Lo que alguna vez fue un movimiento contra las viejas prácticas políticas, hoy absorbe a los mismos actores que representaban la corrupción y el nepotismo.

Lejos de ser un partido con ideales firmes, Morena es ahora un Frankenstein político, ensamblado con piezas de aquellos a quienes antes combatía. Su afán de crecer a toda costa lo ha llevado a repetir las prácticas del PRI de los años 70, donde el pragmatismo electoral es más importante que la congruencia. En este escenario, la militancia es un actor secundario, una base movilizada solo cuando es necesario, pero ignorada en la toma de decisiones.

La hipocresía de Morena es evidente. Los Yunes y Murat fueron, hasta hace poco, opositores declarados del partido y de la Cuarta Transformación. Ahora son recibidos con los brazos abiertos, mientras militantes de años que creyeron en un verdadero cambio ven con indignación cómo su partido se llena de personajes que representan lo que se suponía debía erradicarse. Esta contradicción ha generado un fuerte descontento en las bases, que ven cómo la dirigencia desoye sus reclamos y sigue privilegiando alianzas con quienes garantizan votos, aunque sean los mismos que antes traicionaron al pueblo.

Las críticas han sido constantes, pero la cúpula de Morena, encabezada por Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Luisa María Alcalde, se ha limitado a justificar la incorporación de estos políticos con el argumento de la inclusión. Más preocupante aún, cuando Sheinbaum fue cuestionada sobre la afiliación de los Yunes, optó por deslindarse de la decisión afirmando que ella "no pertenece a Morena" y que corresponde a las instancias del partido decidir sobre sus nuevos integrantes. Sin embargo, esta postura convenenciera contrasta con su constante expresión de orgullo por la Cuarta Transformación y su pertenencia al movimiento. Para algunos temas políticos, Sheinbaum toma una postura firme, pero cuando las decisiones de Morena resultan cuestionables, prefiere lavarse las manos.

Estamos presenciando el regreso de las viejas prácticas autoritarias bajo un nuevo disfraz. Morena se perfila como un partido que centraliza el poder, elimina la oposición y se rodea de los mismos actores que antes criticaba. La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo soportarán sus verdaderos militantes esta traición? Y más grave aún, ¿cuán cerca estamos de ver el resurgimiento del PRI hegemónico, ahora bajo el nombre de Morena?