El Fanatismo en la política en México: Una amenaza desde el poder

03.08.2024 12:13

El Fanatismo en la Política en México: Una amenaza desde el poder
El fanatismo político en México no es un fenómeno nuevo, pero su resurgimiento y expansión en los últimos años es alarmante. La polarización ha alcanzado niveles sin precedentes en este sexenio, y las consecuencias pueden ser devastadoras para nuestra democracia.

 

El fanatismo es una herramienta peligrosa. Se alimenta del odio, de la desinformación y de la manipulación emocional. Pero lo más inquietante es cuando esta polarización es fomentada desde el más alto nivel del gobierno. El primer mandatario mismo, con su retórica divisiva, ha sembrado una profunda grieta en la sociedad mexicana, enfrentando a hermanos contra hermanos, vecinos contra vecinos.


El fanatismo en México ha llegado a extremos como este.

Esta estrategia de López Obrador no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también fomenta la violencia y el extremismo. Las redes sociales juegan un papel crucial en este fenómeno. La velocidad con la que se propaga la información —o desinformación— es asombrosa. Un simple mensaje puede desencadenar una ola de indignación, odio y violencia. Los algoritmos están diseñados para promover contenido que genera interacción, y nada lo hace mejor que la controversia y el extremismo.
 

La historia nos ha enseñado que el fanatismo nunca trae nada bueno. Nos lleva a la intolerancia, al autoritarismo y, en los casos más extremos, a la violencia. Cuando el líder del país se convierte en el principal instigador de esta división, el peligro es aún mayor. Recordemos que los líderes fanáticos no buscan el bienestar común, sino la perpetuación de su poder a cualquier costo. En un país con una historia tan rica y diversa como México, es fundamental que aprendamos a reconocer y rechazar estos peligros.

El fanatismo político no solo amenaza nuestra democracia, sino también nuestra convivencia pacífica. Es imperativo que los ciudadanos mexicanos nos mantengamos vigilantes y críticos, que fomentemos el diálogo y la tolerancia, y que rechacemos cualquier forma de extremismo. Solo así podremos asegurar un futuro próspero y democrático para las generaciones venideras.